Shelli Shei rizomixó su estado

Shellei Shei la pasó bomba, Sin la intención de hacerlo. Y qué más daba.
Cuando hablaba con alguien se conocía más y más. Sólo no -cuando hablaba con alguien que no le daba nada: es decir que no era honesto en las formas: que se presentaba a sí mismo como una cosa o bajo otra, con la pretensión de serlo, ser el mejor en lo sensible y por eso bueno. Ser, ser, ser, ser: no ser nada.
Reflexionó de su estado y volvió al arribo de una conclusión callada. Otra vez la interpretación hilaba hilos al relato y le pedía el origen y las formas. Le pedía autenticidad. Había borrado varias partes que eran buenas y se arrepentía ahora. Eran las escasas cinco horas que duraba el texto pero aún así era confuso, o largo- y ahora no, ahora veía que era muy cierto. Y las había borrado. Mejor borrarlo todo, o no borrarlo nada: e interpelarlo con los relatos y los hilos. Un volver que era el de la primera vez que se llega a la tierra de la infancia desconocida. Que cuánto más se dijo se desplomó de lleno. Y no era más que una imagen del como si pues de la tierra de la infancia nunca jamás uno se va ni ella se había ido de ella. En su audacia, en su real, en su perfecto era otra forma. Era la forma de un verdadero aparecer y una fortaleza de espuma –de espuma fresca.
Cuando estaba triste contaba cosas de más, y contaba cosas de sí en modos que no eran buenos.
Cuando estaba triste contaba cosas de más que no eran ciertas, o que eran de otros modos al que los contaba (es que para contar se necesita tiempo: mucho tiempo. Y por suerte no había borrado todo: pues tendría el tiempo de dibujar más tarde más callada más silencio. Pero veía ahora como nunca había vuelto y que cuando estaba triste se ponía mal y lloraba y que contaba cosas a personas buenas y a personas malas –y que la dejaban mal despierta o que la dejaban no bien parada –muy expuesta, ante las malas.
Cuando estaba triste decía las cosas que quería decir pero sin el aliento concreto y por eso más se desvanecía lo que quería decir que era lo correcto. Lo que pasaba sin más en el momento, era dicho pero mal entendido y mal rodado. Pero el aliento faltaba y esas cosas se suspendían o se quedaban suspendidas en un mal tiempo. Que no circula en las vías de lo correcto dicho correcto, en su navegación.
Y cuando estaba triste no decía con sutileza a los amigos lo que pensaba, o lo decía bajo qué tonos que eran captados bajo una forma no pretenciosa como esperaba en su cresta o sol con la fusión de una marga que la esperaba ante las puertas.
Había borrado un fragmento de su trabajo muy bueno que hablaba de la necesidad de crear en distintos y diferentes lenguajes, y de emplazamientos o ecos entre unos y otros que producían nuevos fragmentos, o términos, o palabras, por ejemplo para referir a un color o una intensidad de tono-zona que se producía en un determinado lenguaje o dominio intramuscular de la zona de contacto de un verbo con una sonoridad o imagen. Hasta luego. Se dio cuenta de que tenía miedo de llorar y de que estaba muy, muy triste, porque había hecho todas esas cosas –que hacía cuando estaba triste: y ahora que veía las cosas que hacía cuando estaba triste: dejaba de estar triste porque no quería hacer esas cosas: que le importaban más que estar triste; que –no- entendía por qué, pero que realmente hacía al estar triste -una catarata de tristeza en el derrame de amistad y tristeza contenida y descontenida en todo, donde se obnubilaba por un pensamiento que no entendió y que encalló, y que la hacía estar triste –y no entendió porque creyó en lo que alguien una vez le dijo –porque creía en la palabra, -un creer en el lenguaje que se creía -y creyó ver porque creyó –en quien sea- en una persona que le logró responder, o co-responder con otro juego o con descostumbre, y porque ella no correspondía otros juegos que el juego que no jugaba –no tenía la intención de creer y de no dudar en sí mismo de las personas, y no se cuidaba de eso, y hasta lograba justificar toda zona, como quería y lo seguiría haciendo. Y porque no hacía las cosas hasta no saber que eran verdad o eran verdaderas, y que las sentía de exclusiva y forma expresa sinceras y justas –y porque justas sean, hay una verdad que no es certera, pero que si es cierta al menos en eso son justas. Cosas ciertas, cosas no certeras y cosas justas: esas tal vez sí eran verdaderas cosas bastante adustas.
Shellei volvería a Oxford renovada este junio –de San Francisco a Nueva York en Chelsea. Luego de haber visto que si bien el pasado y el futuro eran tiempos irrestrictamente ficticios, y el presente a su vez por ser en función de aquellos, una coordenada: el presente adquiría algo de inmanencia en el cuerpo ahora que ante la tempestad se recortaba y estrechaba para entrar en el ojo. De la Historia.