La parada y la calma, junto, la hierba, la mañana
Un congrio visita la tabla de madera dejando recostada allí su armadura
¿desierta?
O los visitará más tarde desde la cresta de la ola espuma en el estar azul del alba azul
(con una sutil barba negra de pino)
O a través de las huellas trazadas minúscula y laboriosamente en la arena.
Los humos despiertan
La tabla se acomoda a la libertad de todo trasto de antenoche
El congrio encuentra pareja, es una araña roja
Algo se cae y se lo lleva la ola
alguno sale a la recolección de la sal en la orilla
hay quien emprende la senda de las vacas hacia el principio del bosque
el reloj de arena cuela las partículas que entraron
afuera, la inmensidad de la duna puja con la lentitud del tiempo por colarse

¿el congrio ha dejado su armadura tanto como el que mueve aquél caparazón negro?
Caparazones negros por decenas
Cada uno parece el poncho de un cascarudo, o la pechera
Alguno se va con la ola
otro vuelve
Pero la armadura y el caparazón no están desiertos; por ahí, el desierto
es otra carne
todos son el mismo relato del tiempo en la onda recortada
ante ala
de interminación,
imaginada por la luz que se rige por el polo

Y luego y antes;
paulatina e inmediatamente será otra luna, vendrá otro invierno, un niño de nombre Iván, y soplarán fuertes los vientos, todos dirán que se vayan, que abandonen la playa, mas no se han ido, y crecerá la luna, la primavera, naranja el cielo, las aguas, el sol se llena, será el verano, volverá el pre-otoño santo
que encontrará allí a quienes levanten.

casi simetría