SHELLI SENTATION

Primer capítulo de Shelli Shei en Oxford. Conociendo a la sociedad del Campus que sin poseer mucho talent se parece increíblemente a cierta sociedad conocida del College que en toda ciudad de clases se encuentra, y que a pesar de que crezca siempre se encuentra en el College y actúa como tal.

Día uno: un mes entero –ya más bien unos nueve meses condensados en una situación que se visualiza en su panorama interior desde aquél día hasta lo revelado en éste.
Hace un tiempo hubiera pensado que mi cabeza era anomal y que yo deliro.
De pronto en esos años hubiera despertado dándome cuenta de que yo confiaba en algo que se victimizaba para que yo sintiera por eso mismo la más extrema compasión y diera cobijo;
luego eso hablaba mal de mí y cambiaba la historia (o contaba partes) y yo quedaba como un portal giratorio de los años cincuenta en edificio público de oficinas de Perón, cuarenticinco años después. de haber sido consecuentemente vapuleado o vulnerado en sus reservas. Básicamente manoseado.
Y más allá de Perón y de las oficinas, lo de lo público en su actor y autoría arrogada pero ficticia (como todo estado) se daba derecho de poner en un palier lo que se aplicaba en predicar de mí ese tal, los predicados que por norma cultural (general) o por razonamiento lógico no serían tan fácilmente aceptados. Bataclana me adjudicaba, entre otras. Y unas acciones que mal situaba y que podían borrar ellas solas millares de otras acciones a las que yo me había consagrado, o a las que me había abocado en la constancia y el tesón del trabajo en esfuerzo del tiempo de un sólo giro desfiguradas. Este chorro en su tracción acusatoria e inveraz, es decir falto de verdad, no impreciso sino ajustado en su intención muy espuria, inquisidora, voyeurista e intencionada, era ante todo traicionero: un aprovechador que quería para sí un provecho. Que no sabía nada del amor que porque era entrega y comprensión ante todo renuncia. Pero después de todo, quién sería tan tonto para creerle a esta cosa.
Eran como unas piedras que se arrojaban en el camino. Mucho peor que un zapato con piedras.
Finalmente, quien quiera saber de mí –se decía Shelli- que me conozca me crea o que me pregunte.

1 comentario: