
Salió del valle y vio azabaches;
fue al corral y vio un lodazal;
partió al granero y vio un extranjero;
entró a la casa y no vio las hilachas
fue al comedor y ya no vio el sopor
subió al agujero, por un sonajero,
trajo un cascabel para poner al cincel
labró las mentiras
y sacó
de las porquerías
bellas sinfonías
y de la tierra
cofres de piedras
que en sus adentros llevan ungüentos
ya sin lamentos
reía en el viento
otros encuentros y ricos pucheros
cociendo al caldero
con maravillas
y sin entreveros
abría al jardín la amplia pradera
eran muchas las plantas
con flores de hierbas
distintos verdes
y citronellas
y onix, los peces
y las estelas
doradas
de pepas
que en tintes bermejos
sacaban lo añejo
y en esa mañana
el aire de aurora abría en la hora
un ojo hacia el este
que dulces, canelas, azar, frutos secos
llenaban los cuencos
de ese silencio
que extenso en su estrella
era todo resto
un amplio respiro
respiro sin tiempo
no había conciencia
ni temor tempestades
no estar solo en el día
ni después ni antes
Hacía tiempo que no leía tanta osadía para la alegría. ¡Hermoso poema que brinca!
ResponderEliminarcon el fin de silenciar
ResponderEliminara una estrella
un días después de la inhalación:
La primavera llega
abre los ojos hacia el este
y cualquier cosa que se rompe por debajo de la
habla fuera del agua
(Eso es todo, lo que quiero saber)