Los dos Hígados

Trato de escribir un trabajo sobre el futuro y la agenda del día del mercado para fijar y fechar y fichar (instrucciones o fórmulas) también de lo prohibido.

(Si no hubiera luz podría pensarse. Pero resulta que no pasa. Estoy acá en la ciudad enrecerrada, "comunicada", y se "comunican".)

Entonces me pregunto:

(cuando de arte se trata:):

¿Es acaso el arte algo que está entre -en el atravesar a medio entre texne y arché; es decir en algún lado las significa un ámbar que las conduce a otro lado, a ese ambas en un otro? Se experimenta con la técnica o se experimenta con su lenguaje?

¿Es la tecnología un lenguaje? ¿O más bien está la técnica en el lenguaje? ¿O en realidad nos falta?

¿Es el lenguaje una tecnología de fuerza? ¿O es el código un soporte del lenguaje?

¿En qué sentido no? ¿En qué sentido sí?

¿El hombre ha destruido la idea de mundo? ¿Y ha destruido la idea de Naturaleza? Pues esa es casi, su obviedad, y el desde luego. Y necesita su propia idea: una idea acaso de cosmos compartido. Una idea de lo ininteligible, de la masa, o de la luz-opacidad de la que si se quiere materia (no individuada).

Tal vez le haya costado años levantar su propia mirada desde el piso al cielo –o al no-rededor, o levantar la vista, el mirar.

Se ha creído siempre que el lenguaje deformaba “lo real” o la cosa: o el hecho o el relato o su percepción. Todos términos de una vaguedad de la cosa. Pues no existe la cosa. No existe el en sí relatable del relato pues no existe un relato en sí. La necesidad del relato es la necesidad del encuentro, lo otro y lo mismo, lo propio y lo ya no-sido (pues no siendo, y tal vez por ser). Y esta es la cosa. Y si se relatara más en la calma. No en la presencia de la causa del relato (así mal entendida la cosa), o de su en sí. Sino de las cosas del relato, de lo narrable, lo decible, (y tal vez lo no querido, o lo que sí) de lo visto (lo vivido) sea objetivo o no. Con la salvedad de las cosas. Lo temido. Lo respirado. Lo llorado-añorado lastimosamente lácrimando en el tiempo que teme un duelo muy próximo –por venir inminente-, una interrupción repentina –o verdaderamente temiendo-, un corte de vínculo en la solve (sea que se respira con otros) en el hálito de la respiración que es la vida: de un cuerpo que siente desde el membranal del más de sí.

Pero se cree. Y se nos ha venido diciendo. Hasta que se ha creído. Que los relatos no sirven. Que el discurso discursivo es igual a la razón del discurso. Y que todo discurso tiene una razón. Y que la razón es la que perdura o no muta, y así ya no debe decirse –pues siempre, se nos ha dicho, una razón oculta otra razón. Que por eso siempre que hablamos se está siendo dialéctico (o en su defecto un defecto, o ininteligible, o en todo caso sin textualidad, y sin más, un dicho: una declamación). O conclusivos: que exponemos una idea o un hecho, objetivo de la cosa: o que la tenemos y debemos decirla, que así todo lo que decimos es lo que pensamos, es decir nuestra idea. Y que eso argumenta, o prueba, o concluye. Que la razón es la antípoda de la pena (o su justicia). Lo que tal vez es peor. Se nos ha negado, la posibilidad de la palabra, del lenguaje (su ser poema, idea, palabra justa, o imprecisa, un estado de un hecho –de lenguaje: conversarla, soplarla, balbucirla: es decir saber de sus (in)sabores, sus frutillas, buscarla desprenderla de los tintes, o de algún alvéolo, o de la injusticia. (Redención de las voces.)

Conversalia, soplido, balbucido.

Que el lenguaje es la causa (o también que es la lengua), nos han dicho. Y, pues si es cierto…

Porque esta es otra cosa que se nos había antes dicho: que hay y existe una idea de lo justo, en la justicia. Y luego, que la justicia es inmoral y siempre injusta: porque la que es injusta es nuestra lengua -su realidad, lo que argumenta -porque la lengua es imprecisa, o es injusta -pues hace la ley la diferencia, y en su nombre, hace más. -Y que es por eso, que imprecisa su verdad no es cierta, -o es incierto- o incierta es la lengua misma o la verdad que se precisa. Viene la Ley -como el advenimiento de una forma que no caduca, o la tecnología que se convierte en ley. Y todos los discursos volviéndose membranas, sobre todo aquello que no se quiere volver. Ley ya escrita en otra lengua -en la que hablan las pieles de los lagartos -anfibiola, no voraz. Y que por el hecho de no leer la “ley” en el sentido -y sí en el nombre: el lenguaje (que ahora ya sabemos es –evidente- un incierto -en cierto punto -en el desierto de la cosa, en el sentido) no puede sino ser injusto y opresivo el Oprimir. Entonces lo mejor es no hablar más el lenguaje. Y hablar solo -la Otra Lengua. Hablar claramente la lengua. Cada hablar, de cada lengua un lenguaje, hágala suya la lengua -propia- es así como precisa la lengua que sea posible -habla. Una lengua entre la lengua con uno o con más de uno hablar cada vez –cuando se hablara ya sólo con un ojo entrecerrado, y la presencia y la mirada y el ser, los ojos-labios que hablan (y ya no casi una lengua conocida), que por (in)certeza –o incertidumbre- es el lenguaje o la lengua más propia, ya no más en deuda, ya no más en deuda: no esperando si al llegar llega alguien, sino al llegar que no llega, ese que es la llegada, que no espera -que es la semilla, la presencia en el maíz .

3 comentarios:

  1. enunciados para-predicativos

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  2. el corredor misteriosa28.2.12

    El lenguaje es el universo:

    El lenguaje es un arte sin fronteras:

    El lenguaje es su nombre, cada línea de acción:

    El lenguaje es un discurso de sólo:

    El lenguaje es el código:

    El lenguaje es un cielo de piso:

    El lenguaje es un pensamiento de sólo:

    el lenguaje es la creencia de que:

    El lenguaje es una religión:

    El lenguaje es una distorsión:

    el lenguaje es una ilusión:

    el lenguaje tiene imágenes:

    el lenguaje es el silencio:

    El lenguaje es uno de los nombres de la soledad!

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